13.9.09

[...]
" - Lo peor que los Vulturis pueden hacer es matarme- esperó,tenso-. Tú puedes dejarme- le expliqué-. Los Vulturis o Victoria no pueden hacer nada en comparación con eso.
Incluso en la penumbra, atisbé la angustiada crispación de su rostro. Me recordó la expresión que adoptó cuando Jane le torturó. Me sentí mal y lamenté haberle dicho la verdad.
- No- susurré al tiempo que le acariciaba la cara-, no estés triste.
Curvó las comisuras de los labios en una sonrisa tan carente de alegría que no llegó a sus ojos.
- Sólo hay una forma de hacerte ver que no puedo dejarte- susurró-. Supongo que no hay otra forma de convencerte que el tiempo.
La idea del tiempo me agradó.
[...]
- Creo- dije lentamente-, no estoy segura, pero me pregunto... Quizá lo he sabido todo el tiempo.
- ¿Qué es lo que sabías?
Sólo pretendía alejar el sufrimiento de sus ojos, pero las palabras sonaron más veraces de lo que esperaba cuando las pronuncié.
- Una parte de mi, tal vez fuera mi subconsciente, jamás dejó de creer que te seguía importando que yo viviera o muriera. Ése es el motivo por el que oía las voces.
Se hizo un silencio absoluto durante un momento.
- ¿Voces?- repitió con voz apagada.
- Bueno, sólo una, la tuya. Es una larga historia - la desconfianza de sus facciones me hizo desear no haber sacado el tema a colación. ¿Pensaría el, como todos los demas, que estaba loca? ¿Tenían razón en ese punto? Pero al menos desapareció de su rostro la expresión de que algo iba a arder.
- Tengo tiempo de sobra- repuso de forma forzada, pero sin alterar la voz.
- Es bastante patético.
Esperó.
No estaba segura de cuál podia ser la mejor forma de explicárselo.
- ¿Recuerdas lo que dijo Alice sobre los deportes de alto riesgo?
Pronunció las palabras sin inflexión ni énfasis de ningún tipo:
- Saltaste de un acantilado por diversión.
- Esto... Cierto, y antes que eso monté en moto ...
- ¿En moto?- inquirió. Conocía su voz lo bastente bien para detectar cuándo se cocía algo detrás de su calma aparente.
- Supongo que no le conté a Alice esa parte.
- No.
- Bueno, sobre eso... Mira, descubrí que te recordaba con mayor claridad cuando hacía algo estúpido o peligroso... - le confesé, sintiéndome completamente chiflada-. Recordaba cómo sonaba tu voz cuando te enfadabas. La escuchaba como si estuvieras a mi lado. En general, intentaba no pensar en ti, pero en momentos como aquellos no me dolía mucho, era como si volvieras a protegerme, como si no quisieras que resultara herida.
»Y bueno, me preguntaba si la razón de que te oyera con tal nitidez no sería que, debajo de todo eso, siempre supe que no habias dejado de quererme...
Tal y como había ocurrido antes, las palabras cobraron poder de convicción a medida que las pronunciaba. Eran sinceras. Una fibra en lo más profundo de mi ser supo que yo decía la verdad.
- Tú... arriesgabas la... vida... para oírme...- dijo con voz sofocada.
- Calla- le atajé-. Espera un segundo. Creo que estoy teniendo una epifanía en estos momentos...
Pensé en la noche de mi primer delirio, la que había pasado en Port Angeles. Había planteado dos opciones- locura o deseo de sentirme realizada- sin ver la tercera alternativa.
Pero ¿qué ocurriría si...?
¿Qué ocurriría si hubiera creído sinceramente que algo era cierto, aunque estuviera totalmente equivocada? ¿Qué sucedería si hubiera estado tan empecinadamente segura de que tenía razón que no me hubiera detenido a considerar la verdad? ¿Permanecer en silencio o intentar abrirse camino?
La tercera opción era que Edward me amaba. El vínculo establecido entre nosotros dos era de los que ni la ausencia ni la distancia ni el tiempo podían romper, y no importaba que él pudiera ser más especial, guapo, brillante o perfecto que yo, y si yo le iba a pertenecer siempre, eso significaba que el siempre iba a ser mío.
¿Era eso lo que había estado intentando decirme a mi misma?
- ¡Vaya!
- ¿Bella?
- Ya, vale, lo entiendo.
- ¿En qué consiste tu epifanía... ?- me preguntó con voz tensa.
- Tú me amas - dije maravillada. La sensación de convicción y certeza me invadió de nuevo.
Aunque la ansiedad continuó presente en sus ojos, la sonrisa torcida que más me gustaba se extendió por su rostro.
- Con todo mi ser. "

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